Querido Maestro:
Enséname como aprender, enséñame a pensar y no tan sólo que debo pensar ... desarrolla mi inteligencia, no mi memoria.
Señálame mis cualidades y reconoce mis habilidades, así me darás confianza y me harás sentir valioso. Fortalece mi autoestima.
No me insultes con palabras ni con gestos. Así me humillas y no me animo a corregir mis faltas y debilidades.
Trátame con cariño, cortesía y respeto. De este nodo te admiraré más y seré muy respetuoso contigo.
No me amenaces, cumple siempre las sanciones que ofreces, aunque prefiero y considero que es mejor la educación cuando se previenen conductas difíciles y evita castigos.
Procura hacer las clases agradables e interesantes y déjame participar. Me aburre la rutina, cuando solo tú hablas.
Permite que te pregunte cuando no entiendo. Si te pregunto es porque quiero entender y aprender. No me contestes: "ya lo explique".
Trátanos a todos por igual, si prefieres a uno, los otros nos sentiremos mal. Cuando alabas a uno e ignoras a otros, deterioras nuestras relaciones.
Recuerda que todos somos diferentes, que nadie es igual a nadie, pues cada uno tiene sus propias cualidades y defectos. Te agradezco que no me compares con mis compañeros; más bien ayúdame a desarrollar mis propias cualidades para llegar a ser un buen ciudadano.
Llámame por mi nombre, conóceme, apréciame como persona, no tanto por ser buen o mal estudiante, sino por ser una persona que mis padres, la Patria y Dios han puesto en tu camino.
La esencia de ser maestro es tanto técnica como humana, recuerda que haber elegido ser docente es una responsabilidad preciosa que no debes desperdiciar.
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